La lengua guaraní estuvo normativizada y su expresión bastante normalizada en la época colonial, sobre todo a partir del siglo XVII. Su considerable riqueza léxica y estructura quedaron registradas en obras memorables: gramáticas, diccionarios y textos impresos son la prueba de esa normalidad lingüística.
En el siglo XX los ataques a la lengua fueron persistentes, sobre todo desde la nueva sociedad burguesa que se instaló en el país. Se ninguneó sistemáticamente a los individuos y clases sociales que hablaban guaraní. Los burgueses que hablaban la lengua –y los hubo muchos– no la usaron, por incapacidad y por perjuicio, en sus propios campos de comunicación profesional.
En la actualidad, se revive con fuerza una realidad que no se consigue superar: una especie de indignidad de la lengua. Es decir, la lengua guaraní no es estimada como un bien cultural y económico, digno y relevante, para el desarrollo de la sociedad paraguaya. Ni es usada dignamente.
Por otra parte, la gran fuerza –certificado de salud– de la lengua guaraní, que es su uso cotidiano en amplios sectores de la sociedad, es paradójicamente su talón de Aquiles y su debilidad. A pesar de su amplitud y relativa salud lingüística la lengua guaraní no consiguió entrar en el mundo moderno, en el mundo de la comunicación especializada, en el cual, en mayor o menor grado, todos nos movemos. En el campo de la justicia, por ejemplo, las clases más humildes de la sociedad paraguaya, para quienes es lengua materna guaraní es el único instrumento efectivo de expresión, se ven aplastadas bajo una situación que no les garantiza un juicio justo y sin discriminación.
Sin lugar a dudas, la ausencia habitual del guaraní en el campo de la economía, de las ciencias, de la administración, de los medios de comunicación, internet, señalizaciones y campos y ámbitos similares -–el arte, la literatura de ensayo y la literatura histórica, el periodismo–, le confiere un carácter de lengua abstracta y fantasmagórica; todos se puede decir en guaraní, poco se dice. La falta de una expresión escrita en prácticamente todas las materias de la educación formal corrobora su invisibilidad.
En suma, la supuesta «lengua de la cohesión nacional» se convirtió en la lengua de la exclusión social; lo que redunda en prejuicios y complejos de inferioridad entre los guaraní hablantes y genera una especie de exclusión sociolingüística, por desgracia autoasumida.
Esta situación, de la cual brindamos sólo algunas pinceladas, proviene de ordinario de que se le asigne erróneamente el rol de lengua de tradición oral. Ahora bien, todas las lenguas son y viven de tradición oral, y es gracias a la oralidad que las lenguas viven y perviven (incluso el latín entró en fase moribunda, porque perdió su efectiva tradición oral). Al mismo tiempo, hay que señalar que la tradición oral no excluye la escritura, que es otro modo especial de comunicación que incluso desarrolla, sustenta y fortalece la verdadera oralidad. Oralidad y escritura son voz y huella de la lengua.
Este conjunto de factores negativos ha creado en los hablantes de guaraní un sentimiento de comunicación fragmentada que al fin dificulta y entorpece la comunicación y reduce su dignidad, con esos saltos imprevistos de una lengua a otra, que mal llamamos jopará, siendo más bien jerigonza y algarabía; una incompetencia lingüística que afecta de hecho la racionalidad del discurso. Es cierto que hoy en día el guaraní, por falta de ejercicio y práctica, para hablar de ciertos temas no está en condiciones técnicas. No obstante, con un poco de esfuerzo y tiempo, la creación de una comunicación en el cualquier campo siempre es posible y factible.
Mientras tanto, en vez de usar la lengua, nos demoramos demasiado en discusiones de psicolingüística y sociolingüística sin dar los pasos necesarios para su fortalecimiento y desarrollo. Este impasse en el que se encuentra el guaraní es muy común a muchas lenguas que hoy por hoy están en fase de desaparición. Hablamos mucho de la lengua, hablamos poco en la lengua. Y esto se debe a la exclusión o no uso que los hablantes deciden para no emplear su lengua en determinados actos de comunicación –técnicos, de carácter formal, etc.- y/o ámbitos especializados.
Nos parece una lástima que el guaraní, que tuvo en el siglo XVII y XVIII un desarrollo técnico avanzado y que no se amilanó ni achicó frente al mundo traído por los colonizadores; que consiguió generar y crear un lenguaje nuevo en religión y política y se lo hizo propio, haya entrado en tiempos modernos en esa especie de letargo y pereza para enfrentar situaciones nuevas. Es de lamentar que la gran creatividad de épocas pasadas haya sido relegada –incluso por los guaranistas o guaranólogos– al olvido, como si fuese una etapa superada, ruinosa, admirable pero no imitable, cuando, en realidad, los mecanismos de los siglos XVII y XVIII pueden ser vistos como paradigmas para el futuro de la lengua guaraní.
La recuperación de un archivo textual histórico: el legado de la lengua guaraní
Hace 40 años estas cuestiones eran objeto de mi investigación. Establecí un largo y considerable catálogo de textos manuscritos y/o impresos, que considero motivo de gloria para cualquier lengua. Ni siquiera la lengua castellana hablada en los mismos siglos en el Paraguay no muestra ni la creatividad ni la singularidad expresiva y técnica de los escritos en guaraní.
Actualmente ese tipo de literatura –que sustenta los estudios de carácter diacrónico- está siendo revalorizada grandemente por los especialistas que, por paradoja, vienen de países extranjeros. He aquí el intríngulis.
Todo lo que se investigue y, naturalmente, se publique en este campo no es un ejercicio gratuito y estético, ni una inversión a fondo perdido; es más bien el tiempo perdido que hay que recuperar. Estamos convencidos de que las investigaciones en este campo constituirán las bases y fundamentos de la lengua guaraní que tiene que puede ser hablada en el Paraguay. Es decir, el estudio diacrónico de la lengua guaraní aportará información valiosísima sobre su proceso de evolución y muy rápidamente puede dinamizar también el habla popular, que padece de cierta anemia, hay que reconocerlo y en buena parte se ha vuelto lengua vulgar.
En este sentido, y consciente de que el guaraní necesita un fortificante mediático de ese género, en el ISEHF –Instituto Superior de Estudios Humanísticos y Filosóficos- y en la Universidad Católica, a través del proyecto AVAKOTEPA, hemos transcrito numerosos documentos que obran en mi archivo personal en vistas a una antología de textos históricos, en una ortografía más actualizada, pero sin cambiar el vocabulario, que han de permitir su mejor aprovechamiento.
Ese trabajo de investigación, enmarcado en un proyecto de corte histórico-diacrónico, denominado KORAVAREPA –Korpus Avañe’ẽ Rembiasa Paraguaipegua-, pretende sacar a luz lo más importante del patrimonio de la lengua guaraní. Por eso, se aspira a que los textos sean presentados en edición facsímil y, por lo tanto, en sus variables ortográficas que se han dado a lo largo del tiempo. Ya se hizo con el Catecismo de la lengua guaraní, del padre Antonio Ruiz de Montoya, que presenta el texto de 1640 en edición facsímil y transliteración actualizada.
Los avances de la investigación están demostrando que en el ámbito jesuítico se llegó a una ortografía bastante generalizada y hasta normalizada, así como una cierta normalización semántica, a través del establecimiento de significación propia y precisa para cada término, mediante ejemplos. Por otro lado, arroja luz sobre el tema de la tipología textual de ese periodo histórico, refutando la falsa idea que se ha extendido sin razón, de que la literatura de los siglos XVII y XVIII era exclusivamente religiosa y específicamente catequética, compuesta por catecismos, explicaciones de catecismo, sermones, rituales y libros de piedad, según la nueva cultura socio-religiosa y política que había sido introducida.
En realidad ese tipo de literatura religiosa cuenta con el mayor acervo publicado, pero en la categoría de manuscritos prevalece una literatura política, en la cual los Cabildos de los pueblos y representantes políticos de los guaraníes dejan su expresión frente incluso al poder real y provincial. La Guerra guaranítica (1753-56), por ejemplo, desde sus preparativos hasta su término, registra, una literatura guaraní de carácter político de primer orden. La mayoría de esos documentos, por su importancia, merecieron ya en la época una traducción que, junto con los originales, era enviada a España, y obran hoy en varios archivos del Estado español, como el Archivo de Simancas y el Archivo Histórico Nacional en Madrid.
Hay asimismo, un gran número de textos más contemporáneos que quedaron en los archivos nacionales de Asunción, de Buenos Aires, de Río de Janeiro, del Museo Británico, para señalar los principales. Es hora, pues, de redescubrir este significativo acervo –patrimonio de la cultura guaranítica y del Paraguay– como digno reconocimiento de la lengua guaraní. Quizás, pero sólo quizás, estemos en vísperas del renacimiento de la lengua guaraní, al cual estos aportes contribuyen.
Estudiar el pasado de la lengua guaraní para entender su presente y asegurar su futuro
Vale destacar que algunos textos de esa Antología histórica –ya trabajados- provienen de los clásicos fray Luis Bolaños, cuyos primeros trabajos remontan a 1585 y llevados a la imprenta en 1607 (Nápoles) dentro del Rituale, seu Manuale peruanum, de Jerónimo de Oré; y de los jesuitas Alonso D’Aragona, Antonio Ruiz de Montoya, Pablo Restivo y José Insaurralde, entre otros. Lo más admirable es que existen documentos en los cuales las voces indígenas –y mestizas– son registradas con fidelidad, autenticidad y franqueza, como son el texto de la Asamblea indígena de 1630, primer documento importante que reproduce un parlamento guaraní, un reportaje de guerra escrito por un indio de Corpus, y las ya citadas cartas y comunicaciones por ocasión de la Guerra guaranítica, que constituyen de por sí un corpus de lengua que supera todo lo conocido hasta ahora en ese género.
En estos tiempos de conmemoración del bicentenario de la Independencia Nacional nos encontramos abocados al rescate, la transliteración y publicación de una serie de más de un centenar de documentos que cubren un periodo de 80 años, que van de 1760 -época todavía jesuítica- a 1840 –muerte del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia –. A través de esta investigación hemos podido percibir que el guaraní sigue derroteros dignos de consideración, ya que a la salida de los jesuitas del Paraguay (1768) la lengua se presenta en un movimiento pendular, que va de la permanencia y lealtad a los estilos configurados en la llamada época jesuítica y franciscana a otro estado de lengua, muy variable, poco normativizado, que anuncia el acentuado proceso de mezcla léxica y también gramatical con el castellano que se tendrá en los años de la Independencia hasta hoy.
Se han identificado y recuperado también registros de carácter económico, cuentas de almacén, apelaciones judiciales y la impensadas Proclamas de Belgrano, que no tiene correspondencia en ningún otro prócer de la Independencia; Belgrano tenía conciencia de que el pueblo paraguayo era de lengua nacional guaraní.
Hay que decir que para garantizar los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos paraguayos, asegurar un Paraguay de bilingüismo sin diglosia y lograr efectivamente una educación para todos, convirtiendo a todos los paraguayos –sin exclusión de clase social- en ciudadanos de pleno derecho, es preciso, concomitantemente al proceso de rescate histórico-cultural, aunar esfuerzos para trabajar sobre una normalización consensuada de la lengua guaraní hablada en el Paraguay.
En este sentido, y con el objetivo de apoyar dicho proceso, el proyecto KORAVAREPA está conformando el mayor conjunto de registros léxicos de la historia de la lengua guaraní hablada en el Paraguay, al recoger desde la primera palabra escrita en guaraní, que sepamos, registrada en la Carta de Luíz Ramírez, de 1528 al hablar de abatí, hasta los documentos que son producidos hoy. Fue el Pa’i Guasch quien en las sucesivas ediciones de su Idioma guaraní, siempre incluyó textos en prosa, como muestra y modelo de una lengua de futuro; en este campo fue pionero.
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